i. marzo
La familia bien.
Los amigos muy bien.
Bien también los compañeros y los profesores.
Los enemigos mal, lo cual está bien.
De los amores diremos que progresan adecuadamente.
Los versos, ya lo ves, se cuelgan de donde quieren
y, cuando quieren, brotan, bien según la hora.
Mal también el sueño: lo poco que duermo es un inferno;
incluso allí lo malo insiste en perseguirme.
Nada mal Dios. A veces le pido cosas, así por probar.
Le pido que me cambie los males por los bienes
sólo para verme igual de triste, pero al revés.
La soledad, mira, no sé. Viene cuando me viene bien
y cuando me viene mal también.
De la muerte ni me hables. Sigue allí, no se ha movido.
Parece que le está bien eso de hacer siempre el mal.
Y la vida, como ves, se me las arregla.
La maldigo y la bendigo a tiempo completo.
De todo, lo mejor que tengo es un lugar donde caerme muerto
y amigos y padres que me lloren.
Lo peor es no tener nada mejor que eso.
El agua parece ahogarse en ella misma.
Paseo junto al río siguiendo el camino de los juncos.
En la orilla dos amantes se besan entre risas
y juegan con los pies a entrelazarse con la hierba
manchándose los dedos desnudos de verde.
Cada mañana lo mismo, sólo cambian los amantes.
Me cansa verte, amor, con tantas caras diferentes.
ii. abril
Abril sigue siendo el mes más cruel
aunque ya no engendre ni despierte
lilas y raíces de la tierra muerta.
A la nieve olvidadiza se le antoja recordar
y el invierno ya no abriga, nos entierra
bajo el frío que produce la distancia entre dos cuerpos.
Bajo la lluvia a mediodía te sentía tan mío...
pero las gotas se escurren entre mis manos y el suelo.
No crecerán las ramas entre estos pétreos desperdicios
pero sí haremos nacer algo entre estos dos cuerpos baldíos.
Bailar hasta la muerte en la Rusia más antigua
no es la única manera de consagrar la primavera.
Como una bailarina primitiva ante la hoguera
me entrego al sacrosanto rapto cruel y sacrificio
troglodítico suicidio del salvaje en la botella.
Stravinski nunca supo que estaría en mi poema
yo no paro de encontrarme en su festín de viento y cuerda.
En el último redoble del tambor entre la orquestra
consagraremos la locura sobre el reino de esta tierra.
iii. mayo
Mayo amanece con una muerte en la familia;
Los que nos quedamos caminamos en silencio
alrededor del cuerpo inerte de la fallecida tía.
Nos toca recoger los momentos que nos deja
y hacer de ellos una fuente en el jardín de la memoria.
Esconderemos su figura entre los pétreos pasadizos
de esta isla atemporal de cipreses y gaviotas
y la cubriremos con cemento, rosas blancas y recuerdos,
no vaya a ser que la descubran, tan llena de vida
entre tanto muerto.
Nos queda su ternura, su elegante forma
de no tener que despedirse, nunca.